Como especie, los humanos nos proclamamos dueños de la Tierra; podemos hacer con ella lo que nos plazca. Si bien la humanidad ha logrado hazañas increíbles, también ha cometido actos imperdonables. Pero si somos capaces de ser y hacer maravillas, ¿por qué a final de cuentas somos tan dañinos? Es un tema complejo, pero podría resumirse en que creemos que nos pertenece todo y que, con tal de conseguir beneficios individuales, tenemos permiso de pasar por encima de quien sea. Desde mi punto de vista, esta idea debe desaparecer.
Si hablamos de los demás animales con los que compartimos el mundo, los humanos tenemos la responsabilidad de protegerlos, no el derecho de explotarlos. Debemos ser la voz de aquellos que no hablan, que no pueden expresar con palabras su dolor o sufrimiento. ¿Por qué si la gente dice que ama a los animales, los mata para comer, vestir o usar un producto cosmético? ¿No les parece hipócrita? Yo creo que lo contrario al amor es la indiferencia. Pensar que algunos animales (perros, gatos) son parte de nuestra familia, y otros (vacas, cerdos, gallinas, peces) son objetos o recursos es una contradicción enorme. O amas a todos, o realmente no amas a ninguno. El carnismo, analizado por la doctora Melanie Joy, y el especismo son dos ideologías en las que la sociedad ha estado inmersa por miles de años. Vale la pena estudiarlas para entender sus consecuencias.
Normalizar la violencia sistemática a un grupo de individuos se ha convertido en el pan de cada día. Pero no porque sea “normal” significa que es correcto. ¿Por qué nuestra ética tiende a orientarse por proteger valores fundamentales como la vida, pero discriminamos a la hora de garantizar estos derechos a las demás especies? ¿En qué momento una persona vale más que un perro, o un pollo, o una vaca? A muchos les causará enojo escuchar esto, pero considero que es un tema digno de reflexión y análisis. ¿Por qué somos tan antropocentristas? Porque así nos educaron, así ha funcionado nuestra cultura por siglos.
Reprogramar nuestras costumbres es un trabajo sumamente complejo. Eliminar patrones sociales y formas de pensar no es algo que se consigue de un día para otro. Pero darnos cuenta de que las cosas que nos han enseñado están cimentadas en un mecanismo opresor es el primer paso. Creo que la raza humana, por instinto, tiene empatía. Que unas personas la tengan desarrollada y otras no, es otro boleto. Pero es una cualidad que se puede cultivar. Yo apuesto porque es posible convertirnos en una sociedad que se dedique a proteger a los animales, a restaurar los espacios naturales que hemos vejado en nombre de la industria, a comprometerse por salvar nuestro hogar.
Los invito a preguntarse: ¿qué están haciendo hoy para deconstruirse? ¿Qué están haciendo hoy para crecer personal y espiritualmente? Si no encuentran respuestas claras, es buen momento para hacer un ejercicio de introspección y cuestionar nuestras prioridades, valores y hábitos.
Monse Fábregas


